Un racó en el que es permet somiar. Tanca els ulls i estén les ales...

dimecres, 20 de gener del 2016

La verdad no carece de matices

Entre mis verdades
y tus mentiras
(¿o era al revés?)
hay tantos matices
como colores
en los destellos de tus ojos.
Si me quisiste alguna vez,
lo desconozco;
si me odiaste, ocasionalmente,
no me dolió.
A pesar de que este amor
y esta pena
fueron fortuitos,
siempre queda la duda
que me apena como deuda
de si fue verdadero
o para más inri, real.
Porque la verdad no carece de matices
y pintaría con lápices
todos los axiomas
que creía, sostenían
éste, nuestro infinito.
Y ahora se deshace por momentos
en cuanto las dudas
me asaltan
como llanero solitario
a galope, en mis entrañas.
Quizá sea una paradoja
que me estrangula
como una soga,
con su señoría apodada “la Verdad”
sujetando la cuerda.
Quiero creerme mis mentiras
y obviar tus verdades
(¿o era al revés?),
para sobrevivir como marioneta
en este teatro de títeres
que no deja títere con cabeza.


"Una vida está saciada de circunstancias, de ¿destinos? que se entrecruzan y la verdad/razón nunca carece de matices" (Jaime Valeria)

dimecres, 13 de gener del 2016

Transparent

El seu tarannà consistia en escapolir-se, escapar-se i enxiquir-se fins a ser minúscul i insignificant. El seu desig, fer-se invisible, o millor encara, transparent.
I un dia d’aquells, de tants, en que passava satisfactòriament desapercebut, va escoltar "I què se n'ha fet d'ell?". Una frase que a qualsevol altre, viu, visible i present, s’hauria pres com a ofensiu. Però per ell va ser decebedor. Tant li feia ser recordat en vida o en mort; no volia ni tan sols ser esmentat.
I és que en el fons, la transparència és tan sols un estat...

Fotografia: “Surreal” de Christopher McKenney

dilluns, 4 de gener del 2016

Aquellos hombrecillos verdes

Aquellos hombrecillos verdes que surgen de los callejones que apestan a orín, no son extraterrestres, pero bien podrían ser de otro planeta.
Los hombrecillos, que no deben tal diminutivo a su estatura sino a su poca categoría y poca vergüenza, abundan en nuestras calles, ciudades y casas.
Piensan con el pito, que para más inri es minúsculo, por lo que la neurona que acuña dispone de poco hábitat.
Se jactan de ser corteses, pero si te abren la puerta para que pases primero es sólo para mirarte -babeando asquerosamente- el trasero. Señores, que son sólo dos nalgas y una raja!
Otra de sus sublimes habilidades es la del carraspeo con consiguiente escupitajo, de después del carajillo de las tres post merídiem. ¿De dónde saldrá semejante pollo verde? Que no sean restos putrefactos del cerebro que se escapó del pito…
Por no hablar de los piropos que sueltan, tal trovador o poeta. Igual te largan un “guapa” con erre en medio (que te da a pensar si te llaman bonita o cerda) que otras frases más complejas, con sujeto y predicado y todo, y de lo más ingeniosas. Eso sí, siempre sin dejar de lado el color verde que acuna su nombre.
Y esa manera de rascarse o “arrascarse”… Serán pulgas, o el tejido de pana del pantalón? Si es que ya no se hace ropa como antes!
En fin, que verde que te quiero verde, pero los hombrecillos verdes cuanto más lejos, pero lejos lejos… mejor!